1326
Crónica de la casa de alba
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La historia de los antepasados de los duques de Alba, el linaje Toledo, va indisolublemente unida a la de la ciudad de la que tomó el apellido, cuyo tronco principal hicieron derivar los genealogistas de don Pedro, hijo del emperador de Constantinopla Isaac Conmeno, que junto a otros muchos extranjeros participó en la conquista de Toledo por el rey Alfonso VI. No obstante, estudios mucho más recientes han establecido de forma indiscutible que el origen familiar se encuentra en la numerosa e influyente comunidad mozárabe, asentada desde siglos atrás en esta ciudad.
Esteban Illán ha sido reconocido como cabeza visible y primigenia de una amplia parentela, y algunos de sus descendientes fueron importantes oficiales de la administración castellana, como García Álvarez de Toledo, que adoptó el apellido con el que la familia será conocida en Castilla desde 1326.
1472 - 1667
Los albas mayores
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Gutierre Gómez de Toledo y su sobrino Fernán Álvarez de Toledo fueron figuras destacadas en la política y el militarismo castellano del siglo XV. Gutierre manejaba los asuntos cortesanos, asegurando el prestigio del linaje con las hazañas militares de Fernán.
Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, posteriormente elogió la relación entre Fernán y su tío Gutierre, destacando cómo compartieron enseñanzas y experiencias desde la infancia.
García de Toledo, sucesor y padre de Fadrique, tuvo un papel activo en el tiempo de los Reyes Católicos. Fadrique, conocido por su lealtad a Fernando el Católico, enfrentó la tragedia personal pero puso sus esperanzas en su nieto Fernando, el futuro duque.
Juan Boscán, como tutor, fue clave en la educación de Fernando, influenciado por las normas del cortesano perfecto y la poesía. Garcilaso, amigo de Boscán y cercano a Fernando, jugó un papel significativo en esta formación y contribuyó con versos en honor a la Casa.
Fadrique de Toledo falleció el 18 de octubre de 1531, y su nieto Fernando se convirtió en el 3º duque de Alba. Tras las ceremonias fúnebres, Fernando asumió sus títulos y responsabilidades, y se dirigió a Bruselas para iniciar su servicio bajo Carlos V y Felipe II. Su carrera, que abarcó diversas funciones militares y políticas, se extendió por cincuenta años, marcando los reinados de ambos monarcas.
Fernando de Toledo es recordado como una figura compleja y controvertida de la historia española, su legado es objeto de amplio análisis y debate. Sus principios y valores se reflejan en sus últimas palabras, transmitidas por fray Luis de Granada, donde enfatiza su lealtad, responsabilidad financiera y la integridad en la recomendación de personas para cargos importantes.
El legado poético que deja Fernando de Toledo también es notable, mostrando su conexión emocional con su tierra natal, Alba de Tormes, y su sentido de pérdida y amor por su patria. Este aspecto de su vida subraya la dimensión personal y cultural de su legado, más allá de sus logros políticos y militares.
Fernando, hijo primogénito del 5º duque de Alba, se convirtió en el 6º duque tras el fallecimiento de su padre. Nacido en 1595 y fallecido en 1667, se casó con Antonia Enríquez de Ribera, heredera del marquesado de Villanueva del Río. A través de este matrimonio, la familia Alba heredó el palacio de las Dueñas en Sevilla, de gran relevancia futura para la familia. Aunque el 6º duque no fue una figura prominente en la política española, destacó como mecenas, contando con Calderón de la Barca entre sus protegidos.
La sucesión principal de los Alba concluyó con Antonio Martín, y la herencia pasó a Francisco de Toledo, tío paterno del anterior duque, quien se casó con Catalina de Haro y Guzmán, unión que agregó importantes títulos y propiedades a la Casa de Alba. A pesar de que los duques de Alba del siglo XVII no tuvieron un papel relevante en la política, la asociación con la Casa del Carpio trajo nuevos prestigios a la familia, especialmente por la conexión con figuras como el conde duque de Olivares y don Luis de Haro.
María Teresa Álvarez de Toledo y Haro, producto de esta notable alianza, fue la primera mujer en ostentar el título ducal de Alba, casándose con Manuel de Silva, conde de Galve, continuando así el legado y la influencia de la familia en la nobleza española.
1714 - 1762
El duque de Huéscar
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Fernando Silva Álvarez de Toledo, conocido inicialmente como duque de Huéscar, se convirtió más tarde en el 12º duque de Alba. Nacido en Viena en 1714, Fernando desempeñó un papel importante tanto en el ámbito militar como diplomático de España, llegando a ser embajador extraordinario en Versalles a la edad de treinta años y posteriormente mayordomo mayor de palacio en España.
El cambio de apellido de Toledo a Silva, iniciado por su padre, marcó una desviación sentimental en la historia de la familia, poniendo el apellido Silva, de origen paterno, por delante del histórico Toledo. Fernando solo se casó una vez y tuvo un hijo, Francisco de Paula, quien falleció antes que él, dejando a su vez una hija, María del Pilar Teresa Cayetana.
María del Pilar se casó con José Álvarez de Toledo, uniendo dos grandes linajes y restaurando el apellido Toledo en la familia Alba. Conocida por su vida cultural y refinada, la duquesa se convirtió en un personaje emblemático, involucrada en diversas polémicas, incluyendo conflictos con la reina María Luisa y rumores de una relación con Goya, llegando a ser asociada con las figuras de las famosas Majas del pintor. Su vida y misteriosa muerte han sido tema de numerosas obras literarias y cinematográficas.
1762 - ACTUALIDAD
los berwick-alba
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Tras la muerte sin herederos de la duquesa en 1802, la sucesión del ducado de Alba pasó a Carlos Miguel Fitz-James Stuart, 7º duque de Berwick, de la familia descendiente de María Estuardo, establecida en España desde el siglo XVIII. Su hijo, Jacobo, casó con Catalina Ventura Colón de Portugal, uniendo así importantes títulos y linajes nobiliarios.
El ducado siguió con Jacobo Fitz James Stuart, constructor del Palacio de Liria en Madrid. Sin embargo, sus sucesores directos no se destacaron en la escena pública. En 1802, Carlos Miguel Fitz-James Stuart unió las casas de Berwick y Alba, marcando el inicio de una nueva era para la familia, donde predominó el apellido Fitz-James Stuart.
Durante el siglo XIX, los duques de Alba mantuvieron un perfil bajo en política, aunque continuaron influyendo en la sociedad de la época. Carlos Miguel, el primer duque de esta unión, fue mecenas de las artes y formó una valiosa colección artística. Su descendencia continuó esta tradición, y la familia permaneció activa en la sociedad española.
En el siglo XX, la actividad política de la Casa de Alba se revitalizó con Jacobo Fitz-James Stuart, 17º duque de Alba, amigo de Alfonso XIII y activo cultural y políticamente. Inició la reconstrucción del Palacio de Liria tras la Guerra Civil, y fue embajador en Inglaterra. Casado con María del Rosario Silva y Gurtubay, engendraron a la futura duquesa de Alba, Cayetana, que continuó el legado familiar, ampliando el patrimonio artístico y fomentando la cultura a través de la Fundación Casa de Alba.
Hoy en día, el 19º duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, se dedica a la preservación y promoción del extenso legado familiar, abriendo al público los palacios de la familia y continuando el mecenazgo y la influencia cultural de sus antepasados.